Holy motors (2012), Leos Carax
Surrealista,
imprevisible, dinámica, visualmente abrumadora… inclasificable. Puede tomarse
como un alarde infumable de pedantería y estupidez o como una película de
vanguardia digna de reflexión y alarde de ingenio. Su director, el
franco-americano Leos Carax (uno de esos grandes desconocidos), fue el enfant terrible del cine francés en los
80 tras el impacto de su ópera prima Chico
conoce a chica, que rodó con tan solo 24 años. Trece años después de su
último largometraje, ha vuelto levantando una gran expectación en el mundo de
la cinefilia.
Holy
Motors no defrauda en cuanto a lo que cabía esperar de un
cineasta que durante toda su carrera ha desafiado las convenciones.
Interpretada magistralmente por el camaleónico y habitual colaborador de Carax, Denis Lavant, se
trata de una película que ofrece múltiples visiones y significados. Un canto a
la libertad sobre los cánones y en definitiva a la potencia del cine y su mirada. Una de las obras más vanguardistas, reflexivas y
originales que ha llegado a las grandes pantallas en los últimos años.
A Pedro Costa se le
reprochaba desde cierto sector más puritano de la crítica, de hacer estética de
lo feo. Otros, como Korine, lo han hecho abiertamente en un tono que desafía el
ridículo y lo burlesco. Holy Motors
se mueve en ambas direcciones. Visualmente abrumadora, dota el claroscuro de Costa
de colores vivos y neones, como utiliza el esperpento para caracterizar a sus personajes.
En la película de Carax
el relato avanza de forma lineal y ordenada y sin embargo sus mensajes se
encuentran ocultos y abiertos. De alguna manera, se presenta como una especie
de metáfora sobre el declive del cine. El homenaje personal de un cineasta a su
trabajo y a la pérdida de su compañera (que murió a penas unos meses antes del
fin del rodaje). Todo en el interior de una trama desconcertante: Un hombre se
dedica durante un día a interpretar hasta once papeles por toda la ciudad. Llevando a cabo una suerte de acciones artísticas y performances que pueden
reproducirse en el interior de una casa, de un cementerio o en plena calle,
transportado de un sitio a otro por una enorme limusina. Una especie de ataúd a
veces, una especie de único lugar en el que poder refugiarse y ser uno mismo en otras. Puede que
alguien esté viendo al protagonista en cada instante, en cualquier parte del
mundo, como en un gran hermano. En un mundo tan descarnado y decadente como lo es el mundo en el que vivimos y que tratamos de ignorar.
Quizá Carax se exceda en algunos momentos y desborde lo surreal. Quizá le sobren a su película algunos arrebatos narcisistas. Pero lo cierto es que Holly motors te atrapa y desconcierta desde la primera escena, te hace sentir estar viendo de nuevo algo que de verdad valga la pena.
Quizá Carax se exceda en algunos momentos y desborde lo surreal. Quizá le sobren a su película algunos arrebatos narcisistas. Pero lo cierto es que Holly motors te atrapa y desconcierta desde la primera escena, te hace sentir estar viendo de nuevo algo que de verdad valga la pena.