15 de junio de 2012

¿Y si vivimos todos juntos? (2011), Stéphane Robelin


La segunda película del francés Stéphane Robelin trata sobre la vejez en clave de comedia. Ante los primeros indicios de pérdida de memoria, de enfermedades crónicas y debilidad física, cinco amigos se niegan a vivir en una residencia o recibir asistencia. Deciden irse a vivir juntos después de una amistad de más de 40 años, para así apoyarse los unos a los otros, disfrutando de los últimos placeres de la vida.
Unas veces floja en sus planteamientos, otras también, la película esboza un sinfín de temas en los que no termina de profundizar. Un ejemplo claro es su inicio, en apariencia  reivindicativo. Vemos a estos amigos raleurs (siguiendo el tópico francés), que participaron en el mayo del 68, reivindicando de nuevo sus derechos en una manifestación actual. Una secuencia creada para presentar a los personajes y decirnos indirectamente de dónde vienen y cómo fueron en su juventud. Sin embargo, no hay conexiones con el momento actual, no hay una reflexión clara en lo referente a cómo esa vivencia cambió sus vidas o en qué medida pueden haber conexiones hay entre ese periodo reivindicativo y el que se vive actualmente.
¿Y si vivimos todos juntos? refleja positivamente (lo cual es, por otra parte, de agradecer) un momento en la vida de las personas que en muchos casos puede ser de gran dureza. El problema es que ante la complejidad de sentimientos que provoca la decrepitud inminente del cuerpo y la mente o el enfrentamiento a la enfermedad terminal, el punto de vista de la película se torna demasiado preciosista y tierno, manifestando así la superficialidad de su guión.
Es por eso que lo mejor de ¿Y si vivimos todos juntos? es sin duda su elenco actoral. Compuesto por cinco experimentados actores que interpretan a los cinco protagonistas, así como por un siempre solvente Daniel Brühl en el papel de un joven al que contrata uno de los ancianos. Alguien que pronto se integra en el grupo para compartir su amistad y los momentos más difíciles. Por su parte, las incombustibles Géraldine Chaplin y Jane Fonda continúan tan enormes como siempre. Y en el caso de ésta última, haciendo gala, como Brühl, de un dominio excelente del francés.

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