18 de noviembre de 2011

La mirada de Ulises (1995), Theo Angelopoulos























La pureza del plano secuencia.

La mirada de Ulises es una de esas películas que ha marcado mis inquietudes cinematográficas. Después de volver a verla, he recordado algunos sentimientos que me asaltaron después del primer visionado, hace años. El film de Angelopoulos me provocó un efecto muy positivo, aumentó mis ganas de conocer nuevos cines, de abrir mi mirada más allá de las carteleras y la parrilla televisiva, más hacia un cine de autor. 

Una de las razones por las que Angelopoulos es uno de los grandes maestros del cine europeo, es porque tiene un estilo muy personal y claramente reconocible. Estilismo que se deja ver especialmente a través de sus largos, estructurados y bellísimos planos secuencia, algunos de ellos memorables, tanto en esta película como en obras tan magníficas como La eternidad y un día (1998) o Paisaje en la niebla (1988).
Aunque en La mirada de Ulises hay diversos planos secuencia de gran fuerza narrativa y visual, el plano secuencia que inicia la película resulta una lección de cine.
A la cita de Platón “Y el alma, si debe conocerse a sí misma, tiene que observar el alma”, la siguen unas imágenes de una película griega de 1905, Tejedoras en Avdella, mientras la voz en off nos habla sobre la existencia de la que podría ser la primera película los hermanos Manakis, la primera en Grecia y los Balcanes. A continuación, comienza el plano secuencia en blanco y negro tomando la panorámica de un puerto griego. El cine se mira a sí mismo mostrándonos al que entendemos es uno de los hermanos Manakis. Mientras éste toma imágenes de un velero que se acerca al puerto, aparece junto a él otro hombre, mayor pero más joven, la siguiente generación que aprendió el oficio y que nos introduce en el tema en torno al cual va a girar la trama de la película: la búsqueda de tres bobinas inéditas de los hermanos Manakis. La imagen pasa a color y el primer personaje muere, apareciendo entonces el director de cine greco americano al que encarna magistralmente Harvey Keitel, representando a una tercera generación. Ante nuestros ojos, en apenas unos segundos, un siglo de historia. La mirada del cine primigenio se mezcla con la del cine actual, ambos personajes ante una misma imagen, la de un velero que simboliza el camino de la historia del cine y el viaje que está a punto de emprender el protagonista.

2 de noviembre de 2011

Miradas doc 2011

Un día en el festival Internacional de Cine Documental de Guía de Isora

El pasado martes 1 de noviembre el Festival siguió la programación propia de un día festivo, realizándose proyecciones durante todo el día (desde las 11h) y dando protagonismo a algunas de las estrellas invitadas mediante una mesa redonda.

Como ha venido siendo habitual a lo largo de los seis años de edad del festival, en esta edición son muy diversas y de gran interés cada una de sus secciones, del tal forma que estos días se programan ciclos de cine documental chino, colombiano e irakí, un homenaje a José Luís Guerín y una muestra de la España Underground. Todo ello paralelamente a la muestra central de cine documental sobre el fútbol y las cintas elegidas a concurso.

Hula and Nathan (2010), ópera prima del israelí Robby Elmaliah, muestra esa vertiente del documental tan explorada en los últimos años. Así lo es un documental de autor que construye su lenguaje sin responder necesariamente a los cánones tradicionales. Filmado de una forma aparentemente natural y cotidiana, muestra las vidas de dos carismáticos personajes israelíes que viven en territorio fronterizo y se buscan la vida recogiendo y arreglando chatarra. En un terreno del que van a ser desahuciados, sobreviven como pueden a sus propias desgracias y a alguna que otra bomba mal dirigida por el ejército de Israel en sus bombardeos en la franja de Gaza.

Casi con un lenguaje opuesto pero con el mismo interés se desarrolla Villa El Salvador (2011), de la española Carola Rodríguez. La película, muy bien narrada, siguiendo una estructura tradicional del relato documental y una serie de recursos que consiguen tocar la fibra sensible del espectador, narra la historia de la creación en los años setenta de la ciudad peruana de Villa El Salvador, la cual ha pasado a ser hoy un suburbio de Lima. Sus protagonistas explican cómo fue posible levantar una ciudad en pleno desierto, reivindicando desde la absoluta pobreza el derecho a tener una vida digna y por lo tanto una casa propia, una educación, sanidad pública o algo que hoy día parece tan simple como el acceso al agua potable. Todo partiendo de otra premisa, la igualdad de género y la alfabetización del hombre, pero también de la mujer. Una lucha emprendida desde cada rincón de la ciudad y dirigida principalmente a través de la voz revolucionaria de María Elena Moyano. Una figura emblema de la lucha por los derechos de las mujeres en Suramérica, después de haber sido asesinada vilmente por defender sus ideales. Y es que ésta y otras muchas mujeres consiguen a lo largo del documental que a uno se le erice la piel. Lo mismo sucede cuando uno se da cuenta como también el hecho de aunque narre un hecho acaecido unas décadas atrás, resulta de rigurosa actualidad en el sentido de que mediante la cooperación y la solidaridad es posible cambiar las cosas y por ende crear un entorno mejor.

El cortometraje polaco Thats life (2010), de Daniel Zieliński nos presenta una situación de dependencia entre una anciana en el último aliento de vida y su hijo. Con una sensibilidad abrumadora y una fotografía en blanco y negro muy cuidada transmite los sentimientos enfrentados que siente el protagonista y los lazos que le acercan a la vez que lo separan del resto de sus familiares.

Menos lejos llega el largometraje de la realizadora catalana Meritxell Soler y Julián Vázquez Cine al fin (2011) en su reflexión en torno a la desaparición de las salas de cine de barrio. A pesar de que en el último tramo del metraje se suceden imágenes de gran belleza, se persigue un tono poético que no se llega a alcanzar y que no termina de casar con la primera parte del film.

Black diamond (2010) por su parte, aúna dos de los elementos principales de este Miradas doc: La temática principal del festival en esta edición en torno al fútbol, así como que una mirada hacia constante hacia África que se repite año tras año. Este film del francés Pascale Lamche desgrana inteligentemente el funcionamiento del tráfico de jóvenes africanos (en su mayoría niños) escondido tras la máscara del fútbol. Una tela de araña que se teje en torno a la ilusión de millones de niños de llegar a ser un Samuel Eto’o o un Didier Drogba, para así sacar a sus familias de la pobreza. Una tela de araña que no deja de crecer y que no es otra cosa que una nueva trata de esclavos. Un oscuro negocio que como el de las pateras se cobra vidas y hunde económicamente (más si cabe) a familias enteras.

Quizás lo menos certero, o al menos lo menos interesante, fue la mesa redonda sobre la situación del fútbol mundial en la que se habló mucho sobre cómo uno se hace forofo y poco de temas sociales. Sólo salvada por las anécdotas del escritor uruguayo Eduardo Galeano y la simpatía de Michael Robinson.

Miradas Doc continúa hasta el próximo sábado. Así que aquellos que puedan, no se lo pierdan.